Vamos a imaginar que tienes sed. Sabemos que un vaso de agua tiene evidencia científica de que quita la sed: hidrata el cuerpo, no tiene azúcares añadidos, y cumple su propósito de manera directa y eficiente. Si solo miramos la sed desde una perspectiva científica, podríamos decir que el agua es la opción «mejor» porque sabemos que funciona de forma comprobable.
Por otro lado, tienes una limonada. La limonada, por no tener estudios específicos que respalden su efectividad para hidratar, no tiene «evidencia científica» de que quite la sed. Sin embargo, tal vez disfrutas más el sabor de la limonada, te da una sensación de frescura, te recuerda a momentos agradables o te resulta simplemente más placentera que el agua. Aunque tal vez no es tan «eficiente» en términos de hidratación pura, para ti podría tener un valor añadido que va más allá de simplemente quitar la sed.
Si comparamos esto con la psicología, el agua sería algo similar a la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC). La TCC es una terapia con mucha investigación científica que respalda su efectividad en el tratamiento de varios trastornos mentales. Se enfoca en modificar pensamientos y comportamientos para lograr cambios concretos, rápidos y replicables en muchas personas.
La limonada, en este caso, podría representar la Terapia Humanista. Esta terapia no siempre cuenta con la misma cantidad de estudios controlados que la TCC, pero ofrece algo distinto: se enfoca en la experiencia personal, el crecimiento individual, y busca que la persona alcance su autenticidad y bienestar desde su propia perspectiva. Muchas personas encuentran en la Terapia Humanista un camino que resuena más con su visión de sí mismos y de la vida, aunque su eficacia no esté respaldada por el mismo volumen de estudios controlados.
Así, aunque la TCC puede ser efectiva para muchas personas y «funcionar» como el agua para la sed, la Terapia Humanista, como la limonada, puede ser más significativa y valiosa para otras personas en función de sus experiencias y necesidades personales. Ambos enfoques son válidos, pero la mejor elección dependerá del contexto y de lo que cada persona busque en su proceso terapéutico.
Que algo tenga respaldo en evidencia científica no necesariamente lo hace «mejor» en términos absolutos. La evidencia científica valida que algo es replicable y que, bajo condiciones específicas, funciona o es verdadero según un enfoque objetivo. Sin embargo, esto no significa que sea superior o más valioso en todos los contextos.